“Es preciso no aferrarse a las palabras,
sino inspirarse en lo que hay antes de la palabra,
anclarse en este espacio de antes de la palabra.
Aprender a escuchar
y a comprender directamente”.
Yolande Duran
No siempre la palabra hablada o la palabra escrita disponen de todo el poder que se les supone. No siempre las palabras o frases que escribimos consiguen explicar aquello que queremos explicar. ¿La palabra es limitada?.
Cuando escribimos estamos en acción, nos movemos. Nuestra mente explora, mientras en nuestros dedos desembocan hilos de pensamientos que a modo de afluentes se juntan en palabras, frases, párrafos, capítulos,…: ruido caudaloso.
En ocasiones, el escritor pretende navegar sobre ese oleaje embravecido que representan la constante pugna de pensamientos y emociones, creando mundos donde los vientos sean más favorables para ese navegar que es el escribir.
Y pasa desapercibido un espacio calmo que no ha creado el escritor, pero percibe y busca desesperadamente recrear.
Esa brújula que indeleble orienta a pesar de todo el ruido y también gracias a él.
Y en este punto podríamos indagar sobre la inspiración.
La inspiración se cuela como esas gotas de lluvia que empujadas por una tormenta a través de un ventanuco semiabierto, nos salpican la piel y despiertan nuestros sentidos.
Ahí, en ese instante de máxima alerta, tomamos conciencia de nosotros y de lo que nos rodea.
Pero para que lleguen esos instantes, siempre sorprendentes, hemos de parar la oreja y escuchar, y descubriremos que esa tormenta está rodeada y sostenida, también nosotros, por un espacio calmo y silencioso.
Ese espacio que no por desapercibido es menos real.
Etiquetas: editorial, promarex, reflexiones
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