Lecturas de un editor: El río de una sola orilla

Acabo de ‘devorar’ una novela como hacía tiempo no me ocurría.

Sólo el instinto del autor puede conducir una narración a medio camino entre el documento histórico-político, la antropología, la novela más negra. Impregnando unos sucesos seguramente verídicos, relatados desde la mirada de los diferentes actores. En unos escenarios: Guinea Ecuatorial, en un momento político: la posguerra española.

En muchos instantes de la narración, el trópico parece acompañarnos hasta el punto de hacernos sentir la densa humedad del ambiente, la voracidad de sus insectos, las gruesas serpientes reptando lentamente a nuestros pies, las sendas interminables que ascendiendo a través de safaris nos encaraman a la caldera volcánica de la antigua Fernando Poo, la actual Bioko, desde donde se alcanza a distinguir las cercanas montañas del Camerún. Las noches eternas en la selva, donde la diversidad de sonidos de unos habitantes insomnes, parecen escrutar tan distantes como cercanos las páginas que recorro con avidez.

Los intereses geopolíticos de diferentes países, exhaustos por las guerras en Europa y dejando a su suerte las colonias donde los gobernadores de turno intentan defender ‘sus paraísos terrenales’ y los misioneros evangelizando en un mundo tribal plagado de leyendas; son el marco propicio para intentar descubrir qué hubo de realidad en lo que aquí se cuenta.

No descubriré los entresijos de la trama.

Pero sí adelanto que parte de la misma, se origina en ese preciso espacio-tiempo donde hombres y mujeres de culturas diferentes conviven en difícil equilibrio, a punto de romperse, con violencia: los tambores de la independencia así lo anunciaban.

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 ‘El río de una sola orilla’.

(Guinea, del crímen del río Etumbe a la independencia)

de José Antonio López Hidalgo

-Ediciones Cal·lígraf-

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